Lucinda Pichicona Guimay nació en la ruka de su abuela. La trajo al mundo una partera llamada Rosa. Es la segunda de 13 hermanos; con ellos creció en un entorno duro, marcado por la escasez económica y falta de oportunidades.
Su terruño está en el lof Cumil Lizama de Boroa, lugar del que emigró para estudiar técnico en agronomía en la ex Universidad Técnica del Estado de Santiago. Posteriormente regresa con la convicción de ayudar a su pueblo y funda la Corporación Mapuche Newen, institución que dejó hace unos días tras 40 años de servicio.
– ¿Cómo fue su formación?
Todos los hermanos nos educamos. Nos tocaba caminar cerca de 4 o 5 kilómetros por día a pie y sin zapatos. Iba a una escuela de curas y monjas, tenía muy buenas notas, me iba bien en el colegio. Sin embargo, en un momento decidí que quería trabajar porque veía que éramos muy pobres, no teníamos pan y me fui con mi papá a Santiago a vender pan en la calle. Luego trabajé de empleada doméstica en Osorno donde me ocurrió una situación muy fuerte de violencia, así que volví a Boroa y le dije a mi mamá que quería estudiar. Fuimos a conversar con el cura y él le dijo que me ayudaría.
Terminé la escuela y me fui a Santiago, di la prueba de aptitud y entré a técnico en agronomía en la Universidad Técnica del Estado. Se me abrió un mundo, donde además descubrí que ser mapuche tenía valor y no era sinónimo de brujería como nos decían en la escuela.
– ¿Qué recuerda de su estadía en Santiago?
Estuve viviendo cerca de 5 meses en el hogar mapuche con estudiantes de comunidades. Teníamos apoyo para estudiar y cuando ocurrió el Golpe de Estado perdimos todo. Vimos explotar La Moneda, con las paredes llenas de hoyos y pelos pegados; sangre seca por todos lados.
Posteriormente nos allanaron, nos pegaron, nos trataron mal, se reían y nos trataban de extremistas. Quedamos en la calle, sin comida, algunos detenidos, sobreviviendo como podíamos.
– ¿Por qué surgió la Corporación Mapuche Newen?
Llegó el momento en el que nuestra situación era muy compleja, sin dinero, techo, entre otras cosas. Decidimos acercarnos al Comité Pro Paz que organizaba la Iglesia, les contamos la situación y ellos nos ayudaron económicamente para arrendar una pieza.
Luego nos contactamos con el Comité de Servicio de los Amigos Cuáqueros, a quienes les presentamos un proyecto que pudiera ayudar a nuestras comunidades de tal manera que sus hijos estudiaran y salieran adelante. Con el transcurso de los años nos independizamos y transformamos en una Corporación, cuyo interés principal es rescatar la sabiduría de nuestro pueblo, traspasarla a los jóvenes y practicarla en cada uno de los espacios, desde la educación a la economía.
– ¿En qué consiste el Modelo de Desarrollo Mapuche?
Luego de años de reflexión quisimos hacer un modelo de desarrollo integrando la sabiduría que existe en las comunidades, no imponiendo nuestra visión. Lo primero fue analizar qué significa ser mapuche. Y comenzamos a investigar sobre nosotros mismos; fue complejo entenderlo. Sin embargo, una vez logrado, dijimos ¡ahí está nuestro trabajo! Que está basado en rescatar el kimun que existe en distintas áreas como educación, medio ambiente, economía, desarrollo productivo, etcétera, teniendo como base nuestra filosofía.
– ¿Hay avances en la interculturalidad?
Al comienzo pensamos que existía la posibilidad de reconocer la educación, salud y otros elementos que como mapuche hemos desarrollado. Sin embargo, en las escuelas, por ejemplo, aún se continúa aplastando el conocimiento. El Gobierno entrega la fórmula de cómo deben enseñar los educadores tradicionales, que finalmente solo realizan traducciones del pensamiento y los conocimientos occidentales. Es otra forma de quitar la sabiduría y robar nuestro pensamiento.
– ¿Qué dificultades mantienen las comunidades?
Sin duda las condiciones de pobreza se mantienen en las comunidades. Hay programas como PDTI e instituciones como Indap que entregan semillas e insumos a las familias del campo, pero todo con químicos. No se han puesto a pensar en los problemas que se producen en la tierra y en ellos mismo. Es complicado avanzar porque la gente se acostumbró al asistencialismo.
Tenemos problemas de sequía además a causa de las plantaciones de pinos y eucaliptus y las instituciones fomentan eso, la dependencia de la gente. Estamos nadando contra la corriente porque trabajar como se hacía antiguamente es un proceso más largo, pero con mayor beneficio para el entorno.
– ¿Y las mujeres mapuche?
Ha sido complejo, ya que en las comunidades se contagió la costumbre de escuchar y dialogar entre hombres. Cuando comencé con Newen nos tocaba salir a hacer talleres y los hombres no creían que una mujer les fuera a enseñar algo. Sin embargo, creo que de a poco hemos ido ganando espacio. Yo aprendí a defenderme y hasta llamar la atención a la gente que no creía en mis capacidades. Siento que los jóvenes están cambiando, vienen con más respeto y ganas de trabajar a la par.
– ¿Qué espera para Newen?
Me gustaría que Newen no termine. Que sea un portador y mantenga el mapuche kimun entregándolo a la juventud y a los niños, pero en terreno, porque no sacamos nada con reflexionar entre cuatro paredes, hay que entregar el conocimiento en las comunidades para que practiquen el mapuche mogen.
– ¿Cuáles son sus proyectos?
Quiero descansar un tiempo no muy largo y luego aportar en mi territorio, estoy preparándome en la parte cultural para eso. Ya tengo algunos compromisos así que tengo que cumplir. Me gustaría escribir y dejar en un documento todas las historias que hay con Newen, visitar a parte de mi familia en Osorno y estar en la organización tratando de levantar el mapuche Kimun.