Por: Luis Mulato Arias
Agradezco a Dios por tener esta tremenda oportunidad de haber llegado a través de este medio al hogar de esta eximia profesora de Estado y a su familia, particularmente a sus hijos que han tenido la gentileza en la colaboración de antecedentes inéditos que para nuestros lectores es imprescindible mencionar. Por ende, agradezco a los docentes que nos han aportado con datos e información de su vida familiar y profesional de quienes ya hemos transcrito y los que a futuro tendremos en los próximos capítulos.
En esta semana, en que nos abocaremos al historial de la “maestra” Laura podemos decir que nació en Nueva Imperial, el año 1930, es casada con Alfonso Vidal, matrimonio del cual nacieron tres hijos: Víctor, Nancy y Eduardo, más conocido como “El Lalo”.
Siendo muy joven, con solo 18 años de edad, comenzó un largo camino en el ámbito laboral y profesional.
Primero como asistente de profesor en la escuela de Chomio, comuna de Carahue. De aquí se traslada al lugar el Alma, en la comuna de Saavedra donde ya había logrado con mucho esfuerzo su título de profesora en la Escuela Normal de Victoria. En ese momento contrajo el sagrado vínculo con quien fuera su esposo por largos años.
Su trabajo profesional estuvo basado en el liderazgo que mantuvo siempre junto a la comunidad educativa, donde no tan solo educó a hijos, sino a papás, abuelos y bisabuelos; es decir, cuatro generaciones. Es sin duda un caso digno de destacar.
Como buena profesora de campo debió sortear muchas dificultades propias de la época y de un sector tan marginal como es el sector rural donde sintió discriminación, a veces, de sus propios pares.
En sus inicios y por falta de medios de transporte debió pernoctar en casa de sus propios alumnos, apoderados, o vecinos. Cada dos o tres meses visitaba a su madre que vivía en Nueva Imperial hasta que le construyeron una pequeña casa al lado de la escuela donde pudo pernoctar con mayor comodidad.
Legado
En el año 1950, se traslada nuevamente a la hijuela Quifo. En ese lugar trabajó como asistente hasta que la profesora titular se acogió a retiro, quedando ella en su lugar. Como esta escuela se encontraba en forma precaria se traslada al lugar El Alma donde construye su propia escuela en un terreno donado por la comunidad a la que coloca el nombre de Escuela Quifo 43, la que hasta el día de hoy mantiene dicho nombre.
Aquí se encuentra con una nueva realidad:90% de alfabetismo ,índices altísimos de pobreza, discriminación racial, al punto de que los padres solicitaban la repitencia de sus hijos con el solo hecho de tener en la escuela, desayuno, almuerzo y en algunos casos hasta la vestimenta que se le regalaba a través de Caritas Chile, entidad que en aquel entonces proporcionaba ropa importada de segunda mano o usada que llegaba de Norteamérica y que solicitaban los profesores para sus alumnos.
A los padres les interesaba que sus hijos aprendieran las cuatro operaciones básicas, pues no estaba en la memoria de ellos enviarlos a proseguir estudios, salvo casos excepcionales.
Como la distancia de su nueva escuela era mayor se dificultaba aún más visitar a su madre y por ausencia de medios de transporte tuvo que trasladarse en múltiples ocasiones caminando a pie más de 50 kilómetros para poder llegar hasta Imperial.
Como la vida para nadie es fácil, la administración de la escuela se fue complicando, porque el Estado chileno no prestaba mucha atención a las escuelas particulares al cual Laura pertenecía junto a muchos otros de su rubro. A modo de ejemplo, hay que decir que los pagos se hacían una vez al año, en el mes de diciembre, por lo que el puntal de su esposo era fundamental. Cuenta que en una ocasión le adeudaron 3 años. ¿Cómo se vivía entonces?
Naturalmente que se ejercía con mucha vocación, pero en ningún caso se bajaba la guardia, es más, el trabajo con la comunidad seguía adelante: ayudó en la construcción de capilla y con su esposo donaron terreno para construir la primera Posta de atención primaria para la comunidad. Formó el centro de madres donde aprendían algunos oficios que después proseguían y daban algunos recursos para la vida familiar.
Podríamos seguir enumerando hechos y realidades y quedaríamos corto igual.
Aquí se demuestra una vez más que el docente no es solo eso sino mucho más, por eso vaya mi gran admiración y respeto.
Como la vida útil se termina, vienen los años de pasividad, porque Laura un día como muchos otros se acoge a retiro, queda viviendo en el campo y ocasionalmente viaja a Nueva Imperial. Es amante de la música, cantaba muy hermoso, con gran personalidad y en más de alguna oportunidad lo hizo en público.
Nunca dejó de lado la lectura, por tanto, la hizo muy ilustrada en todo ámbito.
Desgraciadamente el año 2013 sufrió un accidente vascular con todo lo que eso significa, además de una trombosis que la tiene postrada en cama viviendo días muy difíciles en casa de sus hijos en avenida O’Higgins.
Obviamente la preocupación por su estado de salud es preocupante. Afortunadamente está muy bien atendida por sus hijos.
Profesora de estirpe como ella y con tanta vocación quisiéramos que se repitan por el bien de esta profesión tan noble y madre de todas las profesiones.
Por otra parte, no quiero dejar pasar la oportunidad para expresar mis más sentidas condolencias a la familia del profesor Juan Peña y a los colegas de tan connotado maestro: ¡Que su alma descanse en las manos de Dios!