Por Emilio Orive Plana
Crítico opinante
Mientras en Chile y en otros países en vías de desarrollo o francamente desarrollados se discute sobre cómo generar políticas públicas para combatir la obesidad en adultos, pero sobre todo en niños de corta edad por malos hábitos de alimentación, las campañas al respecto se ahogan en el festival de banalidades que se repiten diariamente en la tele, sobre todo en los matinales, donde un minuto de propaganda majaderamente emitida vale millones y la pantomima sin sentido de animadores a la que se someten miles de chilenos, haciendo oídos sordos al grito desesperado de la UNICEF ; la FAO y otras organizaciones dependientes de la ONU en defensa de los derechos de la infancia y que están en campañas permanentes para disminuir no la obesidad, sino la desnutrición en los países más desheredados del planeta, me lleva a pensar en lo terrible de un problema sin solución, diría yo, cuando lo normal sería que los llamados «comunicadores» no se desentendieran de esta realidad cruel
Tengo recuerdos sobre esto desde que era un niño de unos siete años( hace más de setenta) cuando UNICEF hizo una campaña en Europa, EEUU y algunos países latinos para que cada habitante de los lugares mencionados pudiera apadrinar a «un negrito» y así poder aportar con una pequeña cantidad de dinero mensual con el fin de poder alimentar a los niños de los países pobres del mundo.
Sospecho que dicha campaña fracasó a causa de problemas burocráticos o mala administración atendiendo a la pésima divulgación de aquellos años lo que en la actualidad no debería ser un obstáculo considerando el enorme salto de las comunicaciones que gracias a la internet podemos saber, en vivo, de guerras, hambrunas y otras calamidades que están sucediendo en éste mismo momento en países remotos de África, por ejemplo, donde puede ser que tenga un ahijado si es que no se ha muerto de hambre antes de llegar a adultez.
Pero es ingenuo pensar que la magia de la tecnología y las comunicaciones podría resolver el problema cuando los países poderosos ven en las guerras y hambrunas solo una política de cálculo para sus propios intereses.
Existen estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación( FAO ) asegurando que la cadena de producción actual de alimentos puede abastecer dos veces la demanda mundial.
La paradoja con la obesidad que preocupa a países desarrollados es que 200 millones de hombres y mujeres y niños del «primer mundo» sufren de sobrepeso mientras que la desnutrición mata tres millones, si, leyó bien amigo lector a tres millones de niños cada año en cientos de naciones del tercer mundo que ni siquiera conocemos de nombre, en Asia, África y Oceanía que a ningún país de los que llamamos desarrollados les interesa
Países pobres de Asia: Tayikistán, kirguistán, Timor. De Oceanía: Kiribati, Banuato, Tuvalo.
De África: Yibuti, Burundi, Le Soto, Malavi, suazilandia Eritrea y 54 países más que suman en total 1.300 millones de habitantes.
Quisiera sumarme a la campaña de UNICEF que esta vez clama, por favor, ayuda urgente para los niños más desposeídos del planeta. Campaña que seguramente usted ha visto, en todos los canales, pero que se vuelve invisible entre medio de la mediocridad de la farándula como los árboles que no dejan ver el bosque.