El hemisferio sur se prepara para dar la bienvenida a un nuevo ciclo. Los árboles comienzan a desnudarse y los brotes se asoman esperando recibir al Sol. Según antiguos relatos de las comunidades que acudían a estas fuentes de energía, las aguas de las vertientes, esteros y ríos adquieren una calidez especial durante la madrugada.
El we tripantu o wiñol tripantu es un acontecimiento sostenido ancestralmente por las familias mapuche de distintos territorios del sur, los cuales entre el 21 y 24 de junio presencian los cambios que se manifiestan en la naturaleza. Este conocimiento representa un proceso de observación astronómico que permite al mapuche organizar su vida según el análisis del cosmos, la luna, las estrellas y el sol.
Así lo expresa Ernesto Huenchulaf, lonko que dirige la ceremonia del guillatún en el lof Ragintufeufu de Nueva Imperial, quien declara que, “el we tripantu significa la renovación de la naturaleza. “Nosotros los mapuche tenemos como creencia y forma de vida la convivencia y coexistencia con todos los elementos de ella. Lo primordial es el acontecimiento del mogen, o sea de la vida que existe en el hemisferio sur, donde también nos incluimos nosotros los che (seres humanos)”, asevera.
Esta idea es reforzada por el machi Jorge Quilaqueo, integrante de la comunidad Widima de Imperial. Al respecto opina: “se produce una renovación desde el punto de vista cósmico, hay una nueva energía con la naturaleza, una alineación que genera más energía. Los gen (espíritus) también se renuevan y se traspasan a los árboles, montañas, plantas, ríos y a nosotros mismos”, agrega.
Por su parte, Millaray Painemal Morales, habitante de la comunidad Painemal de Chol-Chol e integrante de la Coordinadora de Mujeres Mapuche Trawun pu Zomo plantea nuevos componentes en torno al rol del mapuche en esta celebración. “Los pueblos originarios celebran estos cambios en la naturaleza, que tienen que ver con los ciclos en que vuelve a brotar todo. Hay una relación con el ser humano y el compromiso que debemos tener con la madre Tierra para cuidarla y respetarla, sobre todo hoy, con el extractivismo desmedido”.
Revalorización
El lonko Huenchulaf asegura que la recuperación de esta ceremonia en la zona se produjo el año 1985 a partir de un grupo de teatro conformado por jóvenes mapuche que, en el intento por realizar una obra relacionada con la festividad de “San Juan”, descubrieron que en la memoria colectiva de algunos dirigentes existía el año nuevo propio.
“Yo entrevisté a un pariente llamado Andrés Ancalaf, conversamos sobre esta fecha y él me dijo ‘mi abuelita decía que antes no se celebraba San Juan, se celebrara el año nuevo mapuche. Después llevamos esa idea al grupo de teatro”, comenta.
En la década de los ochenta, en plena dictadura cívico- militar, estos actores marcaron un hito en la región celebrando el primer we tripantu sin saber el impacto que tendría para la revitalización de la cultura. Sobre eso la autoridad ancestral añade “Ahí se nos ocurrió celebrar we tripantu, fue en Az Mapu que quedaba en calle Cautín en Temuco. Llevamos sopaipillas, empanadas, invitamos amigos y celebramos. Bailamos cumbia, cueca, guaracha, comimos. Aún no teníamos conciencia de lo que significaba y la conexión que se produce con la naturaleza”.
Huenchulaf recalca que la significación de esta efeméride no pretende desmerecer el Año Nuevo de Occidente, ya que según su apreciación los fenómenos naturales se producen de la misma manera en la zona norte del planeta. “Cuando los españoles llegaron a este continente fueron arrogantes y tozudos y no consideraron que el tiempo ocurría de manera inversa. Los curas también lo sabían y lo cambiaron por el San Juan”, expresa.
Renovación
Además del enfoque espiritual que tiene el we tripantu, los dirigentes concuerdan que esta instancia debe promover la reflexión sobre el resguardo de la naturaleza, ya que diversos informes como La Megasequía, emitido entre los años 2011 y 2015, reflejan datos alarmantes sobre el déficit hídrico en La Araucanía. El estudio señala que a pesar de que la región es una de las zonas más lluviosas del país, posee un déficit del 60% de precipitaciones que afecta directamente a las familias campesinas y mapuche.
Si bien, existen factores globales asociados al cambio climático y al aumento de la temperatura mundial, también hay componentes locales que aceleran este fenómeno, tal como la industria forestal y la contaminación al ecosistema.
Millaray Painemal, quien además es fundadora de la Asociación Nacional del Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI), señala que “la depredación de la tierra la vemos todos los días con la excesiva plantación forestal y la pérdida de las semillas y plantas”.
De acuerdo al mismo estudio citado, el 2017 hubo 22 mil familias en La Araucanía que dependían de camiones aljibe para el abastecimiento de agua potable, cifra que aumentó cinco veces desde el 2011 producto de la disminución de los caudales naturales, utilizados antiguamente por las familias del campo para proveerse del vital elemento.
En ese sentido, el machi Quilaqueo expone una autocrítica: “es verdad que las empresas depredan el medio ambiente, pero también los mapuches hemos adoptado prácticas que no corresponde. Nosotros debemos ser los guardianes de nuestro entorno”, sostiene.
El compromiso con la defensa y protección de la naturaleza son hábitos reivindicados y propuestos por los dirigentes, que al aproximarse el wiñol tripantu invitan a replantear nuestra forma de vida y conexión con la tierra.