Para los Evangélicos Pentecostales en Chile no hay acontecimiento histórico contemporáneo más sublime e importante que el derramamiento del Espíritu Santo. La bendición que empezó desde 1909 sigue aconteciendo hoy en nuestras Iglesias a través de las danzas, lágrimas, lenguas angélicas, profecías, sanidades, fe, interpretación de lenguas, milagros y las expresiones de júbilo como tantos otros que engalanan a la Iglesia de Cristo y ayudan a su enseñanza y crecimiento. Los Aleluya, las Glorias a Dios y las expresiones de júbilo no han cesado, porque ese maravilloso poder espiritual ha bendecido nuestra larga y angosta faja de tierra y que alcanzará a todas las generaciones que sean necesarias hasta cuando venga el Señor por su Iglesia. Tal como lo señala en el Libro Hechos de los Apóstoles, cuando los seguidores de Jesús reunidos en el aposento alto, recibieron el Espíritu Santo para morar dentro de ellos, se produjo un cambio glorioso.
¡Esta misma manifestación se hizo presente en Chile, y aún sigue con nosotros! para bendecir a todos aquellos que no conocen este privilegio espiritual. Cuando han transcurrido ciento diez años de este inolvidable derramamiento en el pueblo pentecostal chileno, decimos ¡Gracias Espíritu Santo!, porque desde el norte altiplánico hasta la austral región de Magallanes, hemos sido testigos del amor inmensurable e inmerecido del Dios Altísimo, bendecidos por medio de Jesucristo a todos, para que nadie se pierda.
La predicación de la Palabra de Dios tocó los corazones de hombres, mujeres y niños, sedientos de conocer más de Cristo y el mensaje se fue entregando por calles polvorientas, cerros y caletas; siendo siempre el destinatario el corazón de aquellos compatriotas que, por el pecado o su propia miseria, habían caído en las garras del vicio, llevando esto como resultado el hambre, la desesperanza y la destrucción de los hogares, y la frustración de sus hijos. No podemos dejar de mencionar en nuestro aniversario a los miles de siervos del Señor, y hermanos que ya no están con nosotros, pero que en el pasado enfrentaron las persecuciones y vicisitudes, con esperanza; a nuestros padres y abuelos que sembraron con lágrimas, pero con gozo legaron a las actuales generaciones, una fe inspiradora en nuestro bendito Salvador.
Mencionarlos a todos sería casi imposible, pero con hondo respeto los recordamos a través de nuestros Pastores y Obispos: Willis Hoover, Manuel Umaña Salinas, Carlos del Campo, Enrique Chávez Campos, Carlos San Martín Pulgar y Arturo Espinoza Campos. ¡Grandes hombres de Valor! También reconocemos la valiosa presencia de la mujer evangélica en la historia pentecostal chilena, compuesta por pastoras, profesoras de Escuela Dominical, dorcas, misioneras y hermanas ejemplares, que por años han trabajado en el crecimiento de sus congregaciones, visitando al huérfano, al enfermo, en el trabajo social, compartiendo la Palabra de Dios, e incluso en la construcción de innumerables templos, donde a falta de la mano de obra masculina, con admirable valentía tomaron una pala o un chuzo. A todas, nuestra infinita gratitud.
Han transcurrido 110 años predicando en las cárceles, hogares de menores, hospitales y una evangelización permanente en las calles. 110 años proclamando al Cristo vencedor que ha transformado millares de sanidades y que ha transformado a tantos de sus vidas errantes; 110 años aportando a través de la oración, a la rehabilitación social de nuestra sociedad, con el único propósito que las almas encuentren paz y solaz a través de Cristo Jesús, Redentor de Gloria, Nombre que es sobre todo nombre. La Unión de Iglesias Pentecostales de Chile (UNIPECH), bajo la inspiración de quienes hoy nos presiden: Obispo Bernardo Cartes Venegas, Obispo Juan Ormeño Lagos, Obispo Mario Salfate Chacana, Obispo Ulises Muñoz Moraga y Obispo Samuel Zenteno Pedreros, dan gracias al Dios Altísimo por conmemorar este domingo 29 de septiembre los milagros de arrepentimiento, convertimiento y sanidad que tanta bendición a traído a nuestra nación.
Por eso, levantamos nuestros brazos y decimos por tres veces consecutivas ¡¡Gloria a Dios!! Cuando celebramos más de un siglo proclamando el Evangelio Santo de Jesucristo en cada rincón del país, nos embarga un profundo regocijo en el Señor. ¡Aquí estamos, por misericordia, los herederos del Gran Avivamiento! ¡Aquí estamos en todo el país para proclamar: ¡Que grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros! Y por siempre “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo” permanezcan en su Iglesia.