Legado de una profesora jubilada: Magdalena Paineo Curiñir

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Por: Luis Mulato Arias
Al hablar del ejercicio de la docencia, y como hemos expresado en muchas oportunidades: es la “madre de todas las profesiones”, no lo hacemos por caprichos; sino por convicción y por la prueba empírica. Nadie pasa a ser profesional sin antes haber pasado por las manos de un profesor.

En este capítulo queremos expresar la vida, el pasado y el presente de la docente Magdalena Paineo.

Nació en la comuna de Chol Chol, en un lugar del campo llamado Catrimalal, el 23 de julio del año 1944. Su padre era agricultor y su madre dueña de casa.

Cursó los estudios básicos en Cautinche y en la escuela la Granja de la comuna de Nueva Imperial.

Su formación secundaria la realizó en el Liceo de Hombres de esta misma comuna.

Tuvo la oportunidad de ingresar a la Universidad Católica y se tituló el año 1976.
Trayectoria

Realizó diversos reemplazos en la escuela fiscal de Romulhue de CholChol y en La Huacha, sector Chacamo.

Según manifestó a este medio, siempre tuvo grandes dificultades en el ejercicio de la docencia por las enormes distancias que debía recorrer para llegar a destino. Su experiencia no fue distinta a la gran mayoría de quienes trabajaron en el sector rural, con un sinnúmero de situaciones adversas que debían sortear.

Pero como en la vida no todo es negativo, apareció un “ángel de la guarda”: el señor Pizarro, quien era funcionario de INDAP y le propuso crear una escuela en el lugar Codihue Rincón, ubicada a 18 kilómetros de Nueva Imperial.

Considerando que la idea era una buena oportunidad, acogió la propuesta y fundó la Escuela Las Gaviotas.

En ese lugar trabajó durante largos años, desde el 1982 hasta el 2012. Pero hay un problema: jamás impuso en alguna AFP u otro lugar para resguardar su futuro.

Relata que por distintas razones disminuyó la cantidad de alumnos, al extremo de verse obligada a tener que cerrar dicho establecimiento el 2012.

Al consultarla por su situación actual, comenta que sólo vive con una pensión solidaria otorgada por el Gobierno a las personas de la tercera edad.

La docente Magdalena nunca estuvo casada, pero tampoco permaneció sola. En épocas de apogeo fue madre soltera. Tiene un hijo que, siendo profesional, está cesante.

Pese a todas las dificultades posee excelentes recuerdos de sus colegas. Recuerda con nostalgia los microcentros donde mes a mes se reunía junto a otros profesores que conformaban el grupo. También dice haber contribuido en la formación de muchos niños que necesitaban aprender a leer y escribir. Para ello, tuvo que hacer caminos para transitar y llegar al lugar de trabajo. Supo del frío y de la lluvia, del barro y las caminatas subiendo y bajando cerros.

En innumerables ocasiones la falta de alimentos, por la extensa jornada, la debilitó. Los constantes resfríos y gripes no le permitían trabajar al cien por ciento, pero no bajaba los brazos, porque no hay profesor que no se ponga de pie frente a la adversidad: el cariño hacia los niños es más fuerte y eso se llama VOCACION.

Por eso no me arrepiento trabajar todas las semanas con cada uno de ustedes. Ojalá sean muchos más.

Que sea el Altísimo Señor el que bendiga a todos los profesores en ejercicio y también a los que han dejado de hacerlo

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