Veintiuno de Mayo por Juan Toledo Bahamondes

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Esta fecha tiene una gran importancia en el mundo de la Historia Patria. Dentro del contexto de la Guerra del Pacífico, se produjo el bloqueo de Iquique y por razones estratégicas el Almirante Williams Rebolledo decidió dejar al frente del bloqueo a dos naves veteranas, acompañadas de un transporte menor; mientras la Escuadra se dirigía a El Callao a enfrentar la Armada peruana.  Al mando quedaba el capitán Arturo Prat Chacón.

En la noche del 20 de mayo se mecían sobre las olas del mar de Iquique, (“Iquique es puerto los demás son caletas”, dice el dicho) quedaron la “Covadonga”, la “Esmeralda” y el “Lamar”, esperando cubrirse del albo ropaje de la gloria. Una noche de luna, en que las nostalgias invaden los corazones de los marinos, el teniente Luis Uribe, cogiendo su violín llenó de música  y ensoñación el ambiente.

Mientras, en tierra el coronel Buendía urdía la encerrona a las naves chilenas apostando  artillería pesada en la playa, para batir a las naves entre el “Huáscar” y la “Independencia»: barcos peruanos que navegaban desde El Callao y llegarían en la madrugada.

Seis de la mañana,  la Covadonga que patrullaba, divisa humos al norte y comunica aquello a la Esmeralda. Prat, al recibir la alarma, consulta si estaba el personal preparado “¿Ha almorzado la gente? Luego reúne a su tripulación en cubierta y la arenga.  “¡mientras yo viva esa Bandera flameará en su lugar, y si muero mis oficiales sabrán cumplir con su deber!”

Dos horas después estaba formada la contienda, el Huáscar enfrentado a la Esmeralda; mientras la Independencia  buscaba confrontar a la Covadonga. Prat había ordenado al Lamar elevar anclas y rumbear a Antofagasta. El primer disparo peruano perforó la nave chilena de lado a lado, mientras los disparos de la costa asesinaban a los marinos chilenos.  Prat ordena moverse y… explota  la caldera. El combate sigue,  los cañonazos de la Esmeralda son como picaduras de pulga para el monitor, mientras que los del monitor causan destrozos.

Doce horas, cuatro horas de combate homérico,  El Huáscar se dirige a espolonear la nave, Prat se prepara para abordar la nave enemiga, se produce el golpe, entre los ruidos apenas se escucha la orden del comandante y Prat salta acompañado del sargento Aldea y camina tranquilo en la cubierta enemiga en procura de arriar la bandera enemiga, cuando es alcanzado por una bala de revolver en su frente.

El teniente Luis Uribe asume el mando y el combate continúa, un segundo espolonazo, saltan el sargento Ignacio Serrano con dieciocho infantes. La nave se comienza a hundir, cuando ya las aguas la cubrían, el guardiamarina  Ernesto Riquelme disparaba el último cañonazo y la bandera flameaba en lo alto de los mástiles, hasta que las aguas acogen maternalmente  a la vieja corbeta.

Mientras tanto, a unas cuadras de allí, la Covadonga que había rumbeado al sur seguida de la Independencia,  al llegar a Punta Gruesa pone un ardid  y consigue batir a la nave peruana que arria su bandera.  A poco, aparece el Huáscar, por lo que la goleta Covadonga emprende la fuga rumbeando para Antofagasta.

El Huáscar la sigue por un tiempo y pasada las cuatro de la tarde suspende la persecución y regresa a Iquique sacando a los sobrevivientes del mar y bajando a tierra los cadáveres de Prat, Serrano y Aldea, los que permanecen bajo el sol de la calle principal. Cuando se marcaba el crepúsculo, el cónsul español y director de Bomberos Eduardo Llanos, consigue los cuerpos de los tres marinos muertos y esa noche les da sagrada sepultura en el Cementerio del Puerto.

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