Por: Matías Vidal Huichal
La urbe y «el progreso» tienen olor a muerte. Dejo una experiencia personal que nos permita reflexionar sobre la actualidad.
Una mañana me quedé unos minutos más en la sala por cuestiones administrativas, en eso que salgo me llamaron un grupo de estudiantes muy emocionados, estaban de pie frente a un ciprés muy grande, fui corriendo, pues esas caritas de asombro me transmiten una tremenda curiosidad y energía. Llegué al lugar en el que estaban y me dicen «mire tío un Peuco Ratonero» me causó un poco de risa porque no entendía a qué se debía tanto asombro, ellos están en medio de la nada rodeado de árboles nativos e insertados, viendo treiles, bandurrias, tiuques, loicas, tordos y muchas otras aves pero esa ave tenía algo especial. Le consulte a un alumno sobre esa ave y qué tenía de especial y el (8 años de edad) me dice «Esos peucos tío espantan los ratones de las casa y alejan todos las cosas malas que le puedan pasar a su casa (refiriéndose a maldiciones o espíritus malos) y los otros peucos se comen las gallinas y algunas veces le roban las crías a las ovejitas», Este peuco a diferencia de la otra raza era blanco y tenía un plumaje que jamás había visto por esos lares. Cuando mi alumno me dijo esto se me pararon los pelos y pude sentir exactamente lo que sintieron ellos, pensé inmediatamente en sus pollitos, sus gallinas, los gansos, patos que crían para vender o intercambiar en esa comunidad y hasta sentí un agradecimiento del alma por haber visto a ese pájaro y que ellos hayan sentido una seguridad a través de un pájaro que visto por un ser civilizado no es más que un simple «pajarraco». Aquí no hay civilización ni irrupción de medios digitales, aquí aún quedan vestigios de aquello a lo que la sabiduría de extremo oriente llama «un hombre superior», aquí aún hay restos de lo que fue el vínculo entre el cielo y la tierra, es lo más cercano a lo que pudo ser la pareja primigenia antes del pecado original, no es para nada descabellado afirmar que las clases de vida y carácter para quien busca servir a Jesucristo provienen de los niños (que aún no han sido intervenidos por la civilización). Me asaltan varias preguntas después de lo vivido ¿qué nos pasó? ¿Qué parámetros no respetamos? Resultan varios supuestos a la luz de estas preguntas. La Mitología grecorromana les da una bofetada a los chilenos autosuficientes, pues las ráfagas de viento golpeando los árboles producían un pensamiento hacia algo superior y divino, frente a esto es necesario mencionar que nuestra existencia en esta faz en comparación a la de los árboles no alcanza a ser medio segundo en relación a la vida de una persona. Desde tiempos remotos las selvas y bosques han sido los lugares de divinidad por excelencia. Los primitivos hacían sus casas entre medio de los bosques y era común que hicieran habitar con ellos a los dioses. Cuando analizamos los escritos del Tao Ching escrito por el sabio Lao Tse el año 600 A.C. Notamos en la que mayoría de sus ideales expresa que el orden natural establece las bases de lo que llama «el hombre superior», nos exhorta sobre la trascendencia, su relación con la naturaleza y deja en claro que nadie puede tener un desarrollo espiritual hacia el sentido (Tao) si no considera la naturaleza como parte de este desarrollo, en los últimos 7 versos del capítulo XVI nos regala lo siguiente:
«El que conoce la Ley Eterna es tolerante;
siendo tolerante, es imparcial;
siendo imparcial, es soberano;
siendo soberano está en armonía en la naturaleza;
estando en armonía con la naturaleza; está en armonía con el Tao (sentido);
estando en armonía con el Tao, es eterno,
y su vida está protegida contra todo daño»
Para la antigua sabiduría del extremo oriente el broche de oro frente a la armonía con el Tao (Fuente del Taoísmo) y la trascendencia, está en la naturaleza.
¿Es más sensato para nuestra existencia convivir entre edificios que bosques? Es interesante conversar con un niño en una ciudad híper desarrollada y un niño en el campo. A menos de 20 kilómetros de distancia se hallan miles de años de pérdida de espíritu y alma, es que cuando el hombre ha perdido el sentido de la trascendencia sin darse cuenta ha cambiado un árbol por un celular, ha cambiado los ríos por piscinas llenas de cloro y otros químicos «desinfectantes», ha cambiado un abrazo por un emoji, ha ocultado las penas comprando bienes, las madres han cambiado la escuela de la paciencia con sus hijos por la canción más hipnotizadora posible en el Smart tv, han preferido la alegría del tener el último IPhone antes que la felicidad de ver un peuco ratonero.