Por: Adolfo Illesca Muñoz, Estudiante de Sociología, Universidad de La Frontera
Uno de los principales cambios que han venido experimentando los evangélicos es, el evidente aumento de su nivel educacional. Si hace algunas décadas atrás, en el chileno evangélico medio, predominaba la aversión a la educación, así, la universidad era llamada como “el demonio”, ahora los líderes espirituales animan a sus “ovejas” a realizar estudios universitarios en Chile y, hasta en el extranjero. De tal manera, un 40% de estudiantes cristianos evangélicos constituyen la primera generación de sus familias que se inscriben en la educación superior. No obstante, esto contrae importantes consecuencias para la vida interna de las iglesias, así también como para las formas, mediante las cuales nuevas generaciones de jóvenes y señoritas evangélicos manifiestan su religiosidad.
De este modo, el ingreso a la universidad significa, de frentón, un verdadero choque paradigmático para cualquier joven religioso. En esta época contemporáneo, diversa y pluralista, aprenden -en el buen sentido de la palabra- a hablar y debatir sobre la realidad social, y ya no solamente desde una perspectiva bíblica, sino, además, desde toda la diversidad de narrativas analíticas, filosóficas e ideológicas existentes en la “academia”. Por tanto, la dinámica misma de la vida estudiantil incentiva a fortalecer su participación en la sociedad, a manifestar sus demandas, a aprender a dialogar con otros actores sociales, políticos y religiosos. En el ámbito universitario, participan -aunque no en su mayoría- en centros de alumnos, en movimientos “interdenominacionales” y aprenden, a la vez, que la realidad social extrínseca a las organizaciones religiosas es, por definición, interdenominacional. En este sentido, pensamos que la universidad implica, de alguna manera, para las nuevas generaciones de evangélicos, una escuela de pluralismo, de tolerancia o, en cierto sentido, de una “escuela democrática”.
De otra parte, la emergencia de las primeras generaciones de creyentes “lustrados”, por decirlo así, puede generar problemas al interior de las congregaciones. A simple vista, se lee básicamente paradojal. Esto, porque los jóvenes evangélicos pueden expresar sus inquietudes dentro de sus comunidades, inclusive, cuestionar ciertas formas como se conducen en el sistema denominacional. En ocasiones, las transformaciones educacionales traen consigo transformaciones de las iglesias y posturas pastorales, pero, generalmente, llevan a situaciones de conflictos, quiebres y hasta expulsiones de los universitarios. En efecto, una gran tendencia en el desarrollo del mundo evangélico en Chile es, efectivamente, su escalada en la fragmentación, la individualización y la multiplicación de maneras de expresar su credo.
Ahora, y sin perder de vista lo anterior, cabe preguntarse, ¿qué significa ser un cristiano verdadero?, significa así, ¿llevar el evangelio a la mayor cantidad de personas posibles?, o, en rigor, ¿encauzarse en la acción social, ayudando al prójimo en la vida real antes de compartirle la Palabra de Dios?
En este contexto, lamentablemente, tanto hombres como mujeres se han retirado de las congregaciones, pero, sin embargo, muchos de aquellos no han prescindido del hecho de ser cristianos, considerando asimismo que, el simbolismo de la urdimbre religiosa ya no es tal como aparentara. Es decir, profesar un cristianismo tan profundo, pero, sin dogmas, ni ritos, ni distintivos clericales, entre otros. Es más, para sus convicciones religiosas, es mucho más pertinente, por ejemplo, el hecho de estar en la calle, ayudando a los menesterosos, en vez de estar en la iglesia orando por ellos (por cierto, no queremos decir que carece de eficiencia). Asimismo, por ejemplo, según se pregona en la misión pentecostal (dato no menor, ya que implica la doctrina de mayores adherentes en el mundo evangélico), los asistentes no pueden “estar sentados en la iglesia porque los problemas están afuera de la iglesia”. En tal escenario, la conciencia de la sociedad está ligada con el espíritu promovido en el estallido social del 18 de Octubre de 2019. Aparentemente, tales juventudes evangélicas fueron mucho más comprensibles y admisibles a la hora de atender las necesidades de la gente relegada por el modelo político-económico imperante en nuestro país, antes que cualquier actor o partido político -independiente si fuera de izquierda o de derecha-.
Con todo, debemos advertir que, aludidas tendencias “renovadas” son mínimas y muy recientes como para convertir a sus adeptos en actores sociales de menuda trascendentalidad, esto, entre los propios evangélicos. Las iglesias tradicionales siguen predominando en el campo evangélico-chileno, y son, eficientemente, los principales canales de diálogo entre la esfera cristiana y la esfera político-gubernamental. No obstante, creemos además que, el cristianismo tradicional se halla frente al desafío de contestar la pregunta sobre la esencia del “cristiano verdadero”, si pretenden, de alguna forma, mantener su liderazgo, alcanzar una aprobación mayor por la opinión pública y conservar su status de una ciudadanía cultural, como con la capacidad de manifestar y defender no solo sus propios intereses, sino también, los intereses de otras minorías.