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martes, julio 2, 2024
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Ojalá que el río no salga en abril de lluvias mil

Por Daniza Hernandez

Con el viento arrecia y la tormenta cae, es inevitable no recordar una época donde el agua sale con violencia desde el Río Imperial y explota contra las casas de las villas de la costa. El caudaloso Río Imperial en pleno invierno  irrumpe sin permiso para subirse hasta el balcón de las casas con el atrevimiento de un hombre enamorado.

Escapando en botes, las familias villanas buscaban refugio en las viviendas emplazadas más arriba de la ciudad, mientras la primera planta se hunde entre aquellas calles adoquinadas y casas cuyos valores arquitectónicos eran la pertinencia y el arraigo más que su estructura material.

Se trataba de viviendas de tres pisos, con puertas de acceso en los dos primeros. La curiosa puerta de la segunda planta detenía la ruta a los turistas y extranjeros como una verdadera rareza que cobraba todo el sentido del mundo en la época de las inundaciones, siendo la principal vía de escape ante la salida del caudal.

La inundación del Rio Imperial representaba para las familias de villa Estación y Villa Damas–villorrios emplazados en el primer nivel de la ciudad de Carahue– un periodo de tregua ante la rivalidad que existía entre ambos territorios urbanos, separados por la línea del tren, parecidos en naturaleza y origen, pero divididos por la única razón verdaderamente legítima para hacerlo, el fútbol. En el caso de los habitantes de Villa Estación se trataba de su añorado Ferrovilla, mientras que el equipo de Villa Damas, era el Valck, mismo nombre del Molino frente al río. 

Como una pequeña Venecia, los niños se divierten en los botes, mientras las familias siguen haciendo su vida con la más completa naturalidad en los pisos superiores.

Recuerdo la inundación del 2008, ese año sufría penas de amor, así que entenderán que los recuerdos de esa época quedan grabados a fuego. Sobrevolamos el perímetro, lo hice junto a las autoridades de turno en mi condición de periodista. Recuerdo que llamé a mi madre desde el aire para decirle que está volando sobre su casa en Carahue, ella solo se río sin creer mucho la historia, me gustaba la risa de mi madre, era contagiosa.

Ese año las lluvias arrasaron con todo, llevándose viviendas y anegando a miles de familias de la costa. Recuerdo la casa de la icónica alcantarilla camino a la lancha Quillem, ahí la tierra se desmoronó y vino hasta el ministro, prometiendo el oro y el moro como suelen hacer los políticos.

Hoy llovía de manera intensa en la costa. Dan ganas de guarecerse, uno nunca sabe cuando el río puede volver a salir, siempre lo hace como un titán, con espectáculo y dramatismo, siempre se lleva un par de casas, algunos botes y Dios mediante ninguna vida, eso esperamos todos, mientras escuchamos la lluvia en el techo, esperando el sol vuelva a salir de nuevo en este abril de lluvias mil y pocos días soleados.

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