Por: Matias Vidal Huichal
Hay un problema que anda en boca de todos y responde a la disconformidad del pueblo con la clase política, sin excepción de conglomerados o extremos, sin distinción de izquierda o derecha ni centros, es toda la casta en un mismo saco. Se alega por falta de vocación y creo que es el tema central de esta problemática, pues ¿cómo es posible que quienes dirigen el país por amor a la nación, ganen sueldos que equivalen a 20 veces un sueldo mínimo? Aunque ante esta pregunta es inevitable cuestionarse ¿se es político por amor al país o por amor al dinero? Hay mucho que decir a este respecto, pues, existen dos modelos, bastante similares y que ambos llegan a contradecir en absoluto el modelo de civilización imperante. Cuando votamos por una político (sea cual sea la elección) le damos un pedazo de un poder inherente que hay en cada persona, es decir, mediante nuestro voto le entregamos soberanía sobre las decisiones que le competen a un lugar determinado, esto es casi natural, pues no por nada Aristóteles reconocía que: somos seres políticos y sociales, motivo por el cual todo debe sostenerse sobre una base política, esto quiere decir que en principio no hay nada fuera de lo normal en el sistema en sí, sin embargo, la otra cara de la moneda recae en quienes llevan las riendas de este modelo, al respecto y para entender de donde provienen tantas críticas a la clase política tenemos el modelo primero: Jesús. Uno de los evangelios canónicos (Marcos 9:33), relata sobre una temática titulada «¿Quién es el mayor?» Y este relato trata sobre la conversación del Mesías con sus discípulos, ellos iban caminando y disputaban sobre quién de ellos sería el mayor, es decir, quien tendría más «jintea» (coloquialmente hablando), buscando el perfil y cualidades que permitieran atribuir dicha categoría a alguien. Sobre eso mismo Jesús se sentó y les dijo: «Si alguno quiere ser primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos». Es interesante ver la diferencia planteada por el escritor de este libro y la realidad actual, pues suele suceder que quienes son primeros y tienen poder adquisitivo o soberano reflejan una imagen muy distante del pueblo, de hecho se han vuelto en los últimos años la expresión más grande de superioridad: vehículos lujosos, casas lujosas, zapatos que cuestan 3 veces un sueldo mínimo, por dar algunos ejemplos, cabe preguntarse sobre quien ama al pueblo – ¿osa en llevar una casaca de 800 mil pesos mientras en el sur se gotean las casas, casas de las que recibió unos miles de votos? – hay cierta incongruencia, pues es difícil entender que un comunista no sea capaz de bajarse el sueldo para ganar el sueldo del promedio de chilenos, pues ellos son sus comunes y a eso apunta su esencia ¿o no? El modelo de vida que planteó el Rabí siempre apuntaba a eso: seguir una vida consecuente mostrando que si se lidera o se quiere ser el primero se debe estar dispuesto a ser el último, pues el no tuvo reparos en arrodillarse a lavarle los pies a sus discípulos, o en poner la esencia de un niño por ejemplo de superioridad. Sobre este mismo punto y, en segundo lugar, nos encontramos con algunos ejemplos que demuestran la ética de un soberano en la antigua sabiduría del extremo oriente: China antigua, en específico: Dice Lao Tse «los grandes ríos y mares son los reyes de todos los ríos porque se mantienen abajo. Por eso son reyes de todos los ríos». «Así el sabio gobierna el pueblo, rebajándose en sus palabras», suena muy antiguo y añejo pero fieles a su cosmovisión: tomar como referencia y modelo de vida a la naturaleza misma no tiene nada de malo, pues ese Arche o Principio que postularon Tales de Mileto y otros filósofos más – el agua – enseña sobre la grandeza y su aplicabilidad a la vida y no conforme con esto recalca que «si quiere ser señor de su pueblo debe tratarlo como si fuera su servidor, Si quiere ser cabeza de su pueblo debe ubicarse el ultimo». El famoso mito del rey Midas representa a cabalidad lo que es la clase política: sobre este rey cayó la maldición de no poder comer su comida, pues al ser tocada se transformaba en oro, lamentablemente de manera involuntaria le dio muerte a su hija, quien se convirtió en ese metal precioso luego abrazarla. A quien se propone en su vida el amasar riquezas: se condena a que el espíritu nunca reciba el verdadero alimento. Está muy lejos del pueblo cambiar este sistema, pero tenemos el camino más claro que antes, el arquetipo brotando desde lo sencillo y desde la humildad.