Desde mi Atalaya

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Por: Emilio Orive Plana

Tengo la suerte de ser espectador privilegiado del acontecer diario de mi pueblo, desde

mi atalaya octogonal con cúpula de policarbonato. Por el entorno de mi kiosco transitan diariamente todas las emociones, ocultas y expuestas de muchísimas personas, de las cuales se nutre mi espíritu inquisidor:

Dos «Linyeras» trashumantes, bastante jóvenes para ser “andantes», amanecieron acostados en un banco de la plaza de Carahue y comenzaron su rutina después de ir a asearse por turnos. Ella se afanaba haciendo flores de papel las que el ofrecía, con mucha gracia, de regalo para los estresados transeúntes, en vísperas de Navidad, recibiendo a cambio monedas (y billetes) que iban llenando la olla de aluminio que descansaba en el suelo. Es evidente, saben aprovechar bien la fecha para sacarle el jugo al espíritu navideño que inunda los corazones. De pronto él se acerca a su pareja y la besa cariñosamente en los labios y de un salto vuelve a ofrecer sus flores para nuevamente regresar y acariciar, esta vez, la guatita de la mujer ¡Está embarazada! Y pienso: ¿Cómo pueden ser tan felices teniendo casi nada?, pero al verlos tan contentos, ella radiante, creo saber la razón.

Ellos tienen una esperanza. Un hombre vendía pescados tallados, estos en tablas de madera de pino. En cuanto vio mi interés ofreció su mercancía con persistencia de comerciante ladino. No me gustaron porque parecían hechos en serie, les faltaba el «soplo» de vida del autor, la humildad del artesano que pide perdón por despertar al duende verde del árbol con la herida del formón y el mordisco cóncavo de la gubia.

“En la viruta del avellano-recita Tito Fernández- que estoy tallando, tallando, se pueden ver cafecitas las rayitas de mi canto. A propósito, hace algún tiempo se inauguró el paseo de las esculturas de madera en avenida Pablo Neruda de Temuco. Bellísimas obras de arte que ya habían sido exhibidas en la Plaza de Armas pero que, curiosamente, no me parecieron las mismas hasta que caí en cuenta que el sol, la lluvia y el viento de nuestro sur es lo que les da vida a esas maravillas, vistiéndolas de musgo y de grietas por donde se asoma el alma de la madera. «Estoy haciéndome un Cristo -canta el Temucano- con mi paciencia y mi calma, pa’ que me sirva de abrigo cuando se me hiele el alma» y sigue. “Empecé este crucifijo sin pensar, hace tres días, yo nunca he creído en Cristo, pero que falta me hacía”.

Y una vez más la maravilla de la madera, hábil y bellamente trabajada en esculturas que quitan el aliento se exhibieron en Temuco hace unos tres o cuatro meses, esta vez ejecutadas por diversos artistas del tallado latinoamericano incluyendo uno europeo. Perú, Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador y por supuesto Chile, tomando como inspiración la mitología chilota pero, al parecer, no a todas las personas les gusta el arte o por lo menos como muchos lo entendemos ya que, de la noche a la mañana, aparecieron algunas rotas por manos sacrilegas.¿O sera que al Caicavu;al Piuchen;al Basilisco;al Camahueto;al Ivunche o al Trauco no les gusta ser exhibidos y se automutilaron porque prefieren el anoniomato y penan por volver a sus bosques y a la oscuridad de las cuevas isleñas?

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