Por: Matias Vidal Huichal
La guerra siempre la gana quién tiene más información, pues al menos así lo relata Tzvetan Todorov en su libro sobre la conquista de América, no fueron los españoles mejores que los indios por sus armas, sino que porque se dieron el tiempo de insertarse en el sistema religioso y social del pueblo, fue desde dentro que forjaron sus herramientas, era necesario obtener información sobre los dioses de los conquistados para saber frente a qué iba a competir la Cruz que traían de Israel, es decir, había un método para emprender una conquista y es así cómo la información en primera instancia tiene más valor que el objetivo de su hostil visita: el oro, lo acontecido tiene muchas lecturas sin duda alguna, pero no creo ofender a nadie al rescatar esa mirada. La sociedad actual da muestras de una falta de comprensión del concepto información. Todo parte con la irrupción agresiva de los medios digitales en donde quien no tiene las habilidades ni los medios para acceder a las plataformas sociales, se para ante esta sociedad con una gran una «desventaja», pues, ¿cómo puede alguien opinar del posteo de Elon Musk sobre los dichos del mandatario chileno acerca del litio si ni siquiera sabe quién es Elon Musk? La irrupción digital trajo oculta entre sus maletas una irrupción agresiva de información, es uno de los saltos antropológicos más agresivos que hemos sufrido, me atrevería a decir que es más determinante que el conocimiento del lenguaje, porque al menos al lenguaje una forma sofisicada de comunicación primitiva le era inherente la inclusión, la creación de una comunidad real que requería un presente y un espacio físico en común, pero la información digital excluye, no genera comunidad como dice el filósofo norcoreano Hang. El lenguaje sin digitalización es una herramienta que nos acerca cada vez más a la racionalidad absoluta, es un elemento vital para la dinámica natural de la sociedad, pero con la digitalización su importancia va acompañada de un peligro real, no exagero al decir que incluso muchas veces pasa por sobre la presunción de inocencia. A la presunción de inocencia le es inherente un diálogo, una apertura, o en último caso una recopilación de antecedentes verídicos para emitir un juicio, pero en caso contrario el castigo social que ofrece una «funa» sale del orden de lo normal, interrumpe el estado psíquico de la comunidad. Todas estas características tan peligrosas sirven para que la información se pueda instrumentalizar, y es tan adictiva que este patrón puede ser sistemático, puede ser una hábito e incluso la mejor estrategia para hacer campaña política. Pero cuando se utiliza como una herramienta política ¿hasta qué punto se respetan los principios éticos de la entrega de información o de una pseudonoticia? (digo pseudonoticia porque respeto el trabajo responsable de los periodistas). Los referentes tienen una responsabilidad mayor, no se trata de quién emite una noticia más rápido, se trata de quién es más responsable para emitir un comunicado, no se trata de quién tiene más experiencia trabajando en medios informativos se trata de haber ido a todos los puntos en terreno para hacer una nota. La información no es un medio, es un fin, desde una perspectiva aristotélica se podría decir que el fin último es : informar, en eso radica la importancia de una noticia con conocimiento de causa, pues una noticia no busca adherencia, busca informar, no busca un voto, busca a gente opinando con antecedentes reales. Occidente se cae a pedazos y nos resta serle fiel a nuestra gente, a nuestro pueblo, incluso en la información que entregamos. Pido respetuosamente que nuestras autoridades comunales contribuyan responsablemente en la entrega de la información, que se acerquen al lugar de los hechos cada vez que puedan y si no se puede, entonces omitir declaraciones. No subestimemos la sabiduría popular chilena; si escuchamos cantar el gallo y no sabemos dónde, entonces guardemos silencio. Es un llamado a la reflexión, somos individuos en constante aprendizaje; a la sociedad contribuyen los que se consideran aprendices de la vida, un mensaje que puede caer en buena tierra y brotar un fruto de responsabilidad, de empatía y de compromiso con la verdad o al menos con el mayor esfuerzo acercarnos a esta.
Me despido cordialmente
agradeciendo el espacio y su responsable labor.