Isabel Currivil Nahuel, textilera mapuche: “El telar es mi pasión y merece respeto”

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Con 42 años de experiencia Isabel Currivil, textilera mapuche, criada en la comunidad Lincai cercana a Nueva Imperial, declara que su pasión son los telares. Estos hilados le recuerdan a su madre y a su abuela, mujeres que desde los cuatro años le enseñaron el arte que no solo forja la lana, sino que también teje parte de la historia y los conocimientos del pueblo mapuche.

Currivil, viuda y madre de tres hijos contó en conversación con El Informador sus próximos proyectos, entre los cuales destaca un viaje a Francia para exponer conocimiento y el proceso de investigación que ha desarrollado.

– ¿Cómo inició el desarrollo de este arte?

Mi mamá trabajaba en esto. Yo aprendí a hilar a los 4 años y a los 8 tejí mi primera prenda para comprar zapatos, porque no tenía. Con el tiempo fui perfeccionándome y hasta hoy me sorprendo con cada color y diseños que conozco. Después fui por 15 años a Santiago a trabajar y seguía hilando a escondidas de mis jefes para no perder la práctica.

– ¿Qué insumos utiliza para la elaboración de sus telares?

Además de la lana de oveja natural, en esta región encuentro una variedad muy rica de tintes vegetales, por ejemplo, la hoja del maqui, cáscara de cebolla, hierba del té, hoja de malva y albaricoques, tallo de la mata de ají, tomate, flor de papa dalia, radal, la hoja y barba del hualle; en fin, de todos se obtienen diferentes colores.
Hace poco estuve participando de un rescate del color rojo que utilizaban los ancestros. Hice la prueba en mi casa y logré obtener diferentes tonos de acuerdo al tipo de olla. Teñí en olla de fierro, aluminio, acero inoxidable y porcelana. Llevé la muestra al Museo Precolombino de Santiago y fue una felicidad tremenda descubrir que coincidía con los colores utilizados antiguamente por los viejitos.

– ¿Cómo aprendió el significado de los símbolos de las prendas?

Es un proceso de investigación y deducción a partir de mi experiencia, tiene que ver con nuestra identidad y aspectos como el lugar donde habitamos. Esto es lo que a mí me apasiona, me encantan los diseños mapuche; mientras más complejos más ganas siento de saber su significado, origen y el destino de ese tipo de prenda.
Sin embargo, debe hacerse con mucho respeto, por ejemplo, si me piden hacer un cultrún en una cabecera, no puedo hacerlo por respeto, ni en un centro de mesa ni en un individual, no corresponde. Yo no puedo innovar en diseños ya que estaría violando o pasando a llevar el conocimiento de los abuelos.

– ¿Cómo difunde su arte?
He estado enseñando a niños y jóvenes en varios colegios de la región y el país. Estuve dando talleres en una cárcel pública y además he presentado mis trabajos en el Centro Cultural La Moneda, universidades de Londres y México, lugares en los que expuse sobre los diferentes tintes naturales. Enseño a los niños para sembrar todo lo que uno sabe, ya que mis conocimientos aún no están impresos o publicados.
En octubre me voy a Francia para presentar parte de nuestra cultura, los tintes que uso, el respeto y cuidado de la naturaleza, reutilización de los vegetales que uno ocupa, etcétera.

Oficio en peligro

Isabel recalca la importancia de este oficio para preservar y transmitir los conocimientos legados por generaciones. Sin embargo, afirma que ha sido testigo de la pérdida de plantas y medicina natural producto de la intervención del hombre.

– ¿Cree que este arte está en riesgo?

Mientras estemos invadidos con los eucaliptus y los pinos, con el tiempo no van a existir los tintes naturales, por ejemplo, yo el negro lo tiño con barro, pero producto de la sequía los menokos (humedales) ya no están, por lo tanto, no hay tinte para el negro. Sin embargo, no nos entienden porque el país quiere dinero, hay tantos remedios que desaparecieron y fue a causa de las forestales. Cuando hay una mata de maqui rodeada por eucaliptus generalmente tiñe verde claro, pálido, sin embargo, en su ambiente natural el color es intenso.

– ¿Cree que hay intenciones de resguardar este saber?

Una vez plantee la posibilidad de establecer una protección sobre los diseños mapuche y me dijeron que no era posible debido a su masividad. He escuchado que traen los trariwe, que son las fajas que usamos las mujeres mapuche desde China, en rollos, cosa que es una falta de respeto y daña nuestro trabajo. Sin embargo, de a poco se ha ido retomando la cultura. Yo enseño sin discriminación a mapuche y no mapuche porque para mí es una forma de preservar este conocimiento. Creo que eso va en la conciencia de cada uno.

Isabel Currivil, ha ido tejiendo su vida, hilando la experiencia y el conocimiento para traspasarlo a un sinnúmero de personas sin distinción. No obstante, el resguardo de este arte es un desafío pendiente no solo para esta cultora del telar mapuche, sino para todos quienes habitan el territorio.

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