En el sector Rulo de la comuna de Nueva Imperial, la campesina y productora de hortalizas Lorenza Millapi ofrece una perspectiva clara sobre los desafíos que enfrenta la agricultura tradicional en la actualidad. Lorenza menciona cómo los cambios en los hábitos de consumo y la poca consciencia para preferir productos más sanos han afectado profundamente las prácticas agrícolas, tanto en el cultivo como la conservación de semillas tradicionales.
Lorenza recuerda: «En mi familia desde siempre se guardaban muchas semillas, eran muy pocas las que se compraban», refiriéndose a algunos como repollo; puerro; chascú; cebolla; ají; tomate; maíz; ajo; y otros más extensivos como trigo, papa, porotos, arveja y lentejas.
La cosecha no sólo alimentaba a la familia, sino que también garantizaba las semillas para futuras siembras. Sin embargo, esta tradición ha desaparecido gradualmente.»La práctica de guardar semillas se fue perdiendo porque llegaron otras variedades que responden mejor a los fertilizantes químicos», señala.
Estas semillas, adaptadas a las condiciones de la agricultura moderna, se convirtieron en una opción más atractiva para los productores, ya que ofrecían mayores rendimientos con menos esfuerzo, además de la facilidad para adquirirlas.
La transición hacia una agricultura dependiente de insumos externos no sólo ha afectado las prácticas de conservación de semillas, sino que también ha alterado los hábitos de consumo de la población urbana y rural.
Lorenza señala con preocupación que hay poca conciencia sobre el valor de consumir productos agrícolas producidos de manera sana y tradicional: «Nosotros, por muchos años nos esforzamos en producir de forma orgánica, y no había interés, a la gente (los intermediarios) sólo le interesa que sean hortalizas grandes y sin daños, aunque para lograr eso se apliquen pesticidas y fertilizantes químicos”.
La demanda de productos tradicionales ha disminuido considerablemente, mientras que los consumidores urbanos siguen prefiriendo verduras de variedades modernas, visualmente más atractivas aunque con evidente menos sabor y aroma.
La preferencia por los cultivos que responden mejor a los insumos químicos ha llevado a una disminución en la diversidad de productos disponibles en los mercados. Lorenza menciona que, en el pasado, había una gran variedad de cultivos tradicionales, pero hoy se ha reducido notablemente. «La gente perdió interés en consumir cultivos tradicionales, y también el campesino ha cuidado poco esas semillas. Por ejemplo, antes había mucha más variedad de porotos, de a poco se fueron perdiendo las semillas y también el consumo de esas variedades», lamenta.
Lorenza señala que, debido a la falta de interés de los consumidores en los cultivos tradicionales, los campesinos han comenzado a enfocarse en variedades más rentables y más fáciles de manejar, a menudo sacrificando la biodiversidad y las variedades autóctonas en favor de una mayor facilidad de venta.
La pérdida de diversidad en los cultivos agrícolas y la consecuente desaparición de las semillas tradicionales pone en riesgo no sólo la soberanía alimentaria, sino también una parte fundamental de la identidad cultural campesina.
El reto para el futuro, al menos para Lorenza, es claro: se requiere un cambio tanto en los productores como en los consumidores. Los campesinos deben volver a valorar las prácticas tradicionales de conservación de semillas, mientras que los consumidores urbanos deben entender la importancia de apoyar la agricultura local y sostenible; comer sano y variado, de acuerdo a lo que se produce en cada estación.