Muchas de las tradiciones populares chilenas tienen un origen mestizo, y provienen de acervos culturales campesinos, cristianos y populares de muy antigua data, que al pasar el tiempo se van transmitiendo de forma oral, y activan ritos y celebraciones de religiosidad, con fuerte presencia de sincretismo religioso, como es el caso de la casi olvidada celebración de la cruz de Mayo.
Los orígenes de la cruz de mayo data de muy antes, muchos se remontan a los calendarios litúrgicos mozárabes. En el continente europeo la fiesta de la cruz de mayo proviene de los ritos paganos alusivos a la primavera. La celebración popular de la cruz de Mayo alcanzó su máximo esplendor en los siglos XVIII y XIX, para comenzar a decaer a fines del siglo XX, por la adopción y sustitución de tradiciones locales por tradiciones foráneas de alcance cultural de la fiesta de Halloween que ha sustituido la celebración popular de la cruz de mayo, a pesar que se celebran en distintas fechas, la primera el 3 de mayo y la última a fines de octubre.
En Chile el origen de la cruz de mayo, y la carga simbólica que representa la imagen de la cruz, se remonta al periodo de conquista a través de la cristianización de los pueblos indígenas. A mediados del siglo XX, en Chile la fiesta popular de la cruz de mayo va adquiriendo distintas expresiones según cada región, territorio e identidad local.
La veneración de la cruz de mayo adquiere un carácter sagrado y ritual, en donde la imagen de la virgen o persona disfrazada de virgen cobra un papel central. Al comenzar el ritual, lo primero es instalar y vestir la cruz de madera con neumáticos, cicuta, virutilla y cera para encender la iluminaria. Después viene la procesión para salir a cantar (cantos a lo divino), acompañado de tarros con piedras y pedir en los diferentes portales de las casas. Y al culminar, en algunos lugares terminan de quemar la Cruz, o la dejan en un lugar de carácter sagrado, se realizan promesas y mandas. Finalmente, se realiza una convivencia entre los participantes, lo cual demuestra la solidaridad, cohesión grupal (amistades, barrio y parentela), y sana convivencia en una celebración de connotación popular.