Erika Nayaret Sepúlveda (38) es una emprendedora de la comuna de Cholchol. Hoy tiene su casa propia y, además, administra su propio emprendimiento de ensaladas y confites, junto con su esposo. Pero no ha sido un camino fácil y parte de su historia la compartió a El Informador.
Hoy Erika agradece a quienes le ayudaron a salir de malos caminos en que estaba envuelta en Santiago: “Me hice tripas y enfrenté mis propias debilidades y adicciones. Gracias al apoyo de mi familia, especialmente de mi madre y pareja, he salido adelante”, expresa con emoción.
“Viví una época difícil en Santiago, salí de los lugares más insólitos de las poblaciones de Pedro Aguirre Cerda (…) si no fuera por mi pareja, hoy mi esposo, yo no sé qué hubiese hecho”, enfatiza la trabajadora.
Casa propia, sueños de todos
Erika recibió ayuda del Sistema Chile Solidario, que en palabras simples es un proyecto que beneficia a personas a superar condiciones de indigencia. “Un día me llaman que iba a ser beneficiaria de Chile Solidario y me apoyaron con dinero mensualmente por más de dos años. También me regalaron un camarote y frazadas. Fue una niña conmigo a comprarme ropa; yo estaba bien mal y ellos llegaron a ayudarme”, comenta.
Erika también se enteró del Subsidio para la vivienda propia y tras postular varias veces, le otorgaron el beneficio: “Lloré cuando me salió la casa en Cholchol, vine a verla y a inscribirla a nuestro nombre (…) tocaba las paredes y me preguntaba si era verdad que esta casa era mía”, narra con emoción.
“Quizás si hubiese comprado mi casa en Santiago no tendría tantos logros como los que tengo ahora, aquí en regiones nos están dando oportunidades, hay que saber tomarlas, no pajarear tanto (…) yo fui directamente a la municipalidad y me recibieron y ayudaron”, manifiesta.
El emprendimiento: Confites y sopaipillas
Después de llegar a Cholchol Erika se puso en el terminal de la comuna con una mesa pequeña a vender sus productos: “metimos un poquito de Carioca, un poquito de Nikolos y Serranitas (…) después otra mesita con sándwich, después la tetera y así”, expresó.
Ellos mismos fabricaron el carro de sopaipillas. “Mi marido lo hizo, lo trajimos de Santiago en el embalaje, lo acomodó y en él hacemos las sopaipillas”.
Ya establecidos en el terminal de buses surge otra idea que podría aumentar sus ingresos.
Las ensaladas
Carlos Carvajal (38) es el esposo y compañero de trabajo de Erika, “sin él yo no tendría nada de lo que tengo, él es mi todo”, confiesa y fruto de este amor es que nacieron Aníbal Carvajal (12) y Diego Carvajal (7); sus “tesoros”.
Ambos cónyuges se levantan cada día a las 6 de la mañana a preparar, “con delicadeza y extrema higiene”, las ensaladas de repollo, lechuga y betarraga, entre otras. Después las acomodan en el canasto de su bicicleta para repartirlas por las calles de la ciudad.
“Preparar las ensaladas no es tan simple como parece. Tienes que echarle cierta cantidad a la bolsita (que no debe ser poca) y dejarla con aire, esto permite que se mantengan mejor”, detalla la micro empresaria. Así los clientes vuelven a comprarles, por la calidad y tiempo de durabilidad de las verduras.
Esta dinámica le permite a la empresa familiar recaudar ingresos y así mantener sostenibilidad en el negocio.
“Me emociona por mis hijos, ver cómo hemos ido creciendo”, dice Erika mientras sus ojos brillan de emoción.
Expectativas y valores
Pero los desafíos no terminan aquí. Y es que Erika y su familia ahora avanzan hacia otro sueño: “tener mi propio local, donde vender y preparar mis productos” enfatiza.
“Yo les digo a mis hijos que siempre vayan más allá, que no se queden con lo que tienen (…) Y que sean humildes, que los valores no son los cartones ni los títulos, sino el saber respetar para que te respeten”, concluye Erika Nayaret Sepúlveda.