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martes, julio 2, 2024
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El Vapor de la gente

Por Daniza Hernández 

Humberto y su tripulación muchas veces pernoctaban en el vapor. Era la única manera de cumplir con los intensos turnos y de paso disfrutar de la bohemia que los bares de muelle revisten durante la temporada estival. 

La vida en los muelles es de antemano bullanguera y todos conviven de intercambios diarios. Todo el tiempo y en cada rincón de aquél dinámico espacio social se transan bienes y servicios. La gente se relaciona desde el negocio que termina de dos maneras, exitosamente o a puñetazos. Ambas maneras definen la continuidad y garantías del intercambio. La intensa compra y venta permite la subsistencia de muchos grupos sociales y de las más diversas actividades económicas. Desde la venta clandestina de cigarrillos hasta las cotizadas medias nylon, oro de las minas de Santa Celia, miel, frutos del país, telas y madera eran algunos de los productos que se intercambiaban a buenos precios y libres de impuesto.

Pero cada muelle tenía sus propias dinámicas. Los muelles el Buey, Valck y el de la familia Pablitza concentraban el mayor movimiento al situarse entre las villas Estación y Damas,  mientras que otros como Puerto Peral y los muelles de los fundos Tranapuente y Nehuentúe estaban orientados al arribo de pasajeros y el tránsito de las cargas que movían la economía de esas haciendas. 

En todas el vapor Cautín atracaba, siendo un vapor conocido por la frecuencia de sus recorridos y aunque su diseño no era tan espléndido como el del Helvetia, era  funcional, rápido y los protocolos de zarpe de los pasajeros, eran bastante menos rigurosos. 

La tripulación del vapor era bien conocida por su amabilidad y por mantener buenas relaciones en cada uno de los muelles de la ruta fluvial. Eran ya varias décadas al servicio de las familias de La Araucanía y el río una ruta aprendida de memoria por los muchachos. Aunque las corrientes del invierno resultaban engañadoras y amenazantes, los veranos el río era calmo, silencioso y sus mareas altas, otorgaban un quietud envidiable al lecho del río. 

Además de transportar pasajeros, el vapor Cautín transportaba todo tipo de cargas, dinamizando con fuerza la economía local, siendo un extraordinario aliado de molinos, fábricas y empresas instaladas en la Villa Estación de Carahue cuya intensa actividad económica y fluvial era conocida en todo el territorio. 

La gente sentía una profunda cercanía por aquel vapor, siendo un espacio democrático que albergaba un heterogéneo estilo de pasajeros  que se mezclaban con entusiasmo con las cargas y su bullanguera tripulación. Después de años de navegación, la embarcación inspiraba confianza y aunque en su historial ya había sufrido algunos naufragios, sus continuas reparaciones parecían calmar a los más quisquillosos pasajeros. Aunque el apogeo económico del territorio y su intensa actividad fluvial daban vida propia a este vapor, el exceso de confianza y la carga excesiva siempre representaban un peligro latente para sus pasajeros. 

(Extracto del Libro “El Nadador”, Daniza Hernández, 2020).

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