9.4 C
Nueva Imperial
martes, julio 2, 2024
InicioOpiniónUna historia del profesor de Historia

Una historia del profesor de Historia

Por: Daniza Hernández

Yo no sé cómo estará lidiando hoy con la generación de millenials, pero al menos con la generación nuestra, por allá cerca del año 2000, logró resultados extraordinarios no solo en lo académico sino también en nuestra irascible conducta adolescente. Hablo de  mi querido profesor de historia, Pepito Flores. 

Todavía lo recuerdo con su chaqueta gris, rostro rosado y dulce sonrisa. Siempre fue de apariencia afable y cabellera frondosa, no muy alto de estatura y con un tranco corto y casi rítmico. Aun lo recuerdo, caminando presuroso a abrirnos la sala de clases, mientras el chirrido del timbre interrumpe uno de los tantos recreos sentadas en las bancas del patio luciendo escandalosamente faldas cortísimas y corbatas desarregladas, sin mayores preocupaciones que graduarnos pronto, sin saber que vivíamos una de las etapas más extraordinarias de nuestras vidas. 

Todavía recuerdo las veces que la sala de clases era una batalla campal con almohadones que iban de un extremos al otro llenos de tiza mientras el profesor Flores, parado en medio de la sala, intentaba enseñarnos la caída de Constantinopla sin inmutarse, en medio del caos, entregándolos los datos claves que preguntarían en la ya extinta Prueba de Aptitud Académica, (fuimos los última generación, antes que cambiara). 

De todas las cosas maravillosas de este docente, sin duda, lo más extraordinario era esa capacidad de no perder la calma, incluso con alumnos intentando incendiar el liceo, literalmente. 

Su tono voz nasal y su mirada tranquila, inspiran absoluta confianza y un cariño casi inmediato para quienes lo conocen. Cuando nos corregía, lo hacía arrastrando la frase, con un tono de voz pastoso y alargado, semejante a la lengua italiana, casi musical, que claramente  distaba mucho de ser una reprimenda. Era imposible no quererlo, siempre resultó ser un hombre encantador. 

Con él, aprendíamos: economía, geografía, historia de Chile y universal, logrando pasar todos los contenidos con una habilidad insuperable, para someternos a largas pruebas de desarrollo en aquellas hojas de papel roneo con letra púrpura que eran un lienzo para inventar todo lo que no alcanzamos a registrar en clase por andar pensando en el pololo, la rumba o la manera de corrernos de clase para ir a dar vueltas a la plaza.

Recuerdo que incluso nos acompañó a dar la prueba de ingreso a la Universidad, si hubiese estado en sus manos, nos habría “soplado” las respuestas, sobre todo al ver a varios salir cabizbajos, tras el examen.

Sus clases eran mágicas y los contenidos monumentales, de esa generación salieron varios profesores de historia, inspirados por un profesor extraordinario que hoy quiero sumar en esta edición de Carahue en Rec. De algún modo, es una forma de llevarlo también a la historia, desde el relato literario y el recuerdo extraordinario de un hombre querido por su comunidad escolar, lleno de vocación y amor profundo por la historia y sus estudiantes.

ULTIMAS NOTICIAS