Yo me cuido y te cuido, todos deberíamos cuidarnos: Acompañando la adultez mayor

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Desde nuestro nacimiento, el cuerpo comienza el proceso de envejecimiento el cual se caracteriza por ser universal, continuo, irreversible y hasta el momento, tenemos la claridad de que nadie ha podido escaparse de envejecer.

Nuestro mundo desde hace varias décadas gracias a los avances en salud y tecnología, se ha visto enfrentado al aumento de la esperanza de vida y el progresivo envejecimiento de la población.

Entendemos entonces que los adultos mayores son cada día más longevos comparado a décadas atrás, lo que se ve reflejado en el aumento de las personas mayores a 80 años en Chile. Situación que muchas veces conlleva al riesgo de tener enfermedades crónicas, alteraciones sensoriales, discapacidad y aislamiento social, que predisponen también a enfermedades psicológicas tanto para los adultos mayores como para quienes les cuidan.

Sabemos que, con la adultez mayor, la demanda de cuidados surge como una temática urgente y necesaria de abordar, considerando el deterioro de las condiciones de vida, tanto a nivel físico, mental y social.

Ante esta realidad aparece como un soporte importante la figura del cuidador/a, que es aquella persona que, de forma permanente, regular o periódica, asume el cuidado de una persona mayor, entregándole los apoyos necesarios en el desarrollo de las actividades de la vida diaria para así retardar o compensar la dependencia en las personas mayores propiciando que puedan seguir viviendo en su propio entorno el mayor tiempo posible con las mejores condiciones.

Cuidar es una actividad demandante, si bien es importante entregar bienestar y mejorar la calidad de vida de otro/a, necesitamos la misma dedicación para nuestro autocuidado ya que es común que los/as cuidadores/as rechacen y desatiendan sus necesidades y proyecto de vida.

¿Qué provoca en los cuidadores la sobrecarga del cuidado y el descuido de sí mismo?

– Culpar a quien cuidamos por los cambios en nuestra vida – Desinterés por las cosas que antes nos parecían importantes – Sentir cansancio constantemente (físico y mental) – Frustración y rechazo hacia la persona que cuida, entre otros.

Recordemos que es esperable que afloren estos sentimientos al realizar una labor de alta demanda, por ello la invitación es inicialmente: aceptar lo que sentimos.

¿Por qué aceptar lo que siento me ayudará?

Ignorarlo sólo producirá que aumente la sensación de malestar.

¿Qué podría hacer al respecto luego de aceptar mis emociones?

Gestionar el cambio.

– Identifique las actividades que disfruta la persona a la que usted cuida, por ejemplo, dar un paseo, leer, escuchar música o ver películas. ¿Cómo ayuda esto? Usted podría apoyarse en otros familiares/cercanos para que realicen estas actividades con la persona que requiere cuidados y así tener un tiempo para usted.

– Distribuya las tareas cotidianas entre todos quienes conviven con usted, “todos necesitamos tiempo, todos podemos cooperar”. – Realice un listado con las tareas del cuidado (aseo personal, asistencia médica, retiro de medicamentos, asistencia para el almuerzo) y ocúpese de algunas para luego solicitar apoyo en la realización de otras.

Dedíquese tiempo, aproveche cualquier oportunidad de descansar, coma en horarios definidos e intente mantener hábitos saludables, manténganse en contacto, hable con sus cercanos, aplique técnicas de relajación (respiración, meditación, escuchar música, etc), busque apoyo psicológico, infórmese y reconozca sus límites ¿cuánto es lo máximo que puede entregar?

El cuidarse le ayudará a tener fortaleza y capacidad para afrontar los diversos problemas que supone cuidar a una persona mayor.

Yo me cuido y te cuido, todos deberíamos cuidarnos.

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